
Cuando un viernes cualquiera no se convierte en un día más, es motivo suficiente para ser feliz. O cuando una sonrisa logra decirte todo lo que una palabra jámas podrá conseguir, es momento de ser feliz, ¿verdad?. Sin embargo, eso sólo pasa en las películas pastelosas y previsibles. En la mía, las conversaciones inoportunas patrocinadas por una marca de vino barata rajan el saco en el que guardaba mi rencor desde hace tiempo y la desconfianza termina de matar a los protagonistas. ¿Para qué una película perfecta si no es real? Por eso, yo siempre he preferido la acción y un poco de pimienta negra que te haga estornudar y parpadear para que no se me sequen los ojos. Aunque siempre dicen que los borrachos y los niños no mienten, yo nunca he terminado de creérmelo del todo y prefiero no hacerlo en esta ocasión. Tiempo al tiempo y yo soy yo, el de siempre. El que quiera entender que entienda.
[Quedará en el aire un pensamiento que se irá sincero y lento...]
3 comentarios:
¿Y qué pasa si no lo pillo, querido Sanz?
eso significa que tú no eres la destinataria directa... Muaks!
guapo, más que guapo!
eres un artista!!!
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